LAS VEGAS.- El mexicano Marco Antonio Barrera ha formalizado su despedida de los cuadriláteros, y el domingo firmó autógrafos para los aficionados, con la más pequeña de sus hijas del brazo. La niña tocaba con curiosidad la cortada fresca sobre el ojo derecho de su padre, deteniéndose cuando este mostró cierta molestia.
El campeón mexicano ahora quiere dedicarle su tiempo a sus hijos y no a la convalecencia, por lo que a sus 33 años, y siendo un peleador de categoría internacional, aunque no en su mejor nivel, dice haber tenido suficiente con el boxeo, luego de perder por decisión unánime la revancha de la noche del sábado contra Manny Pacquiao.
“Esta es mi última pelea dentro de este hermoso deporte”, dijo Barrera la noche del sábado mientras su entrenador, Sendai Tanaka, sollozaba a unos metros de distancia. “Le digo adiós a este hermoso deporte, pero luché contra los mejores peleadores. Y luché contra el mejor esta noche. Estoy feliz”.
Aunque muchos han regresado luego del retiro, Barrera no parece dispuesto a dejarlo. El es un hombre serio, con dinero, quien nunca había dado a entender antes que dejaría el boxeo. Además, Barrera quizás siente que no se encuentra en el nivel de Pacquiao, a pesar del esfuerzo puesto por el mexicano en la revancha de su encuentro del 2003.
“El es un gran campeón. Me siento muy honrado por haberlo derrotado”, dijo el filipino Pacquiao.
Ante un público entusiasta, dominado por personas de origen mexicano, Pacquiao se mostró incapaz de derribar a Barrera y este fue el primer combate donde no logró mandar a la lona a su oponente en siete peleas, desde su derrota ante Erik Morales en marzo del 2005.
Barrera no dañó a Pacquiao, salvó por un golpe cuestionable cuando el árbitro los separó en el episodio 11, dejando a un mareado Pacquiao sujeto a las cuerdas. Ello fue olvidado cuando Pacquiao encabezó una ovación de pie para Barrera en la conferencia de prensa posterior al combate.
Freddie Roach, entrenador de Pacquiao, se mostró satisfecho con el desempeño de su estrella, la cual tiende a distraerse, aunque es fácil discernir su frustración ante las deficiencias que impiden a Pacquiao el ser esencialmente perfecto.