LA FE Y EL TRABAJO RESUCITAN LA CARRERA DE CARLOS PEÑA

11:17

SANTO DOMINGO.- Los sueños son el primer alimento de los campeones, el punto de partida de todas las carreras. Así lo considera Carlos Peña, un pelotero de Grandes Ligas que continúa siendo objeto de admiración para quienes lo conocen dentro y fuera de los estadios.

El primera base de los Rays de Tampa Bay, equipo que se alzó con el subcampeonato de la serie mundial del 2008 después de registrar una larga racha de derrotas, recuerda que tuvo que vencer innumerables obstáculos antes de pisar el área verde de las mayores. En el proceso, se mantuvo aferrado a su herramienta más eficiente: la fe.

“La fe es lo que me mantiene fuerte a pesar de cualquier inconveniente. Así como me preparo físicamente para jugar, me preparo en la fe. Creo que lo que ha sucedido con mi carrera es una bendición del Señor”, explica.

Peña vivió en Santo Domingo hasta que tuvo 13 años. Su padre lo llevaba a diferentes parques a tirar y batear pelotas junto a sus dos hermanos. Recuerda que desde que tuvo uso de razón “andaba con un bate en la mano”. En el hogar solamente le exigieron cumplir con sus responsabilidades en la escuela antes de tomar el guante y la pelota.

“Mis padres pusieron énfasis en la importancia de los estudios. Y, para mi bien, les hice caso. En notas era el número uno, en las tareas, el número uno. No podía salir a jugar antes de cumplir con mis tareas”, recuerda.

En 1992, los padres de Carlos deciden mudar a la familia a Massachussets, Boston, en busca de mejores oportunidades educativas para sus hijos. En Estados Unidos, los adolescentes se desarrollaron bajo la formula pelota-escuela. Carlos cuenta que comenzó tomando todas las clases en inglés, aunque no dominaba el idioma, con el objetivo de acelerar su proceso de aprendizaje.

Se levantaba temprano
La misma actitud la mantuvo en el ámbito deportivo. Durante las nevadas de invierno, se trancaba con su padre y sus hermanos en un sótano a batear, o visitaban canchas cerradas de racquetball. Por varios años, dice, se levantaba con sus hermanos a las cuatro de la mañana, iba al gimnasio y después pasaba al centro de estudios.

“Nuestra meta era trabajar más duro que todo el mundo. Nadie podía trabajar tanto como nosotros. Mis hermanos y yo estábamos medio locos, pero seguros de que en la escuela ningún joven se esforzaba como nosotros”, afirma.

MUY SACRIFICADO
Ahora, desde su posición en la liga de pelota más importante del mundo, confirma que los sacrificios que tuvo que hacer valieron la pena: “Me tomó mucho trabajo hacer que se fijaran en mi talento. Pero eso sí, trabajé durísimo. Me leía todos los libros de física, todo lo que tenía que ver con nutrición. Quería aprender todo lo que tuviera que ver con la pelota. Y lo hacia con mis dos hermanos, con quienes compartía un mismo sueño”.

RESUCITÓ CARRERA
“El día que me llamaron para ingresar a Tampa era domingo de Resurrección. Recuerdo que mi madre me dijo: Carlos, tu carrera resucita con Cristo”, recuerda el joven jugador que se ha convertido en un ejemplo de superación y entrega para las nuevas generaciones de deportistas dominicanos.

ERA INESTABLE
Su carrera se caracterizó, al principio, por una gran inestabilidad. Jugó en Oakland, en el equipo de Doble A de los Yankees de New York y con el de Grandes Ligas de Boston (2006). Este último equipo lo deja libre, situación que le causa una gran incertidumbre. Narra que tuvo que trabajar duro para ponerse la camiseta numero 23 de Tampa Bay, el 23 de enero del 2007. El resto, es parte de la historia de la pelota profesional.

You Might Also Like

0 comentarios

Popular Posts

De aqui nos visitan